A 40 años del despegue del Concorde, el avión supersónico

El 2 de marzo de 1969, el Concorde despegaba por primera vez. El avión, a pesar de llegar a la velocidad Mach 2 y ser el emblema durante 30 años de Air France y British Airways, fue desde el principio un fracaso comercial. Un trágico accidente en 2000 aceleró el fin de la era civil supersónica

La década de 1960 supuso la edad de oro de la aviación comercial a nivel mundial. En esos años, las compañías aéreas más importantes del mundo invertían grandes cantidades de dinero en ampliar destinos, mejorar la flota, competir en eficiencia y servicio y convertirse, de este modo, en la compañía más prestigiosa. El 2 de marzo de 1969 despegaba el Concorde, el mayor y más caro hallazgo tecnológico hasta la época. Un avión supersónico civil que, a pesar de sus 27 años sobrevolando el Atlántico, nunca llagaría a encontrar una salida comercial clara.



El Concorde no fue, sin embargo, ni el primer ni el único avión en superar la velocidad Mach 2 (dos veces la velocidad del sonido). Ya en los años 50, Rusia, Estados Unidos y, por supuesto, Francia y Gran Bretaña empezaron a plantearse seriamente la construcción de aviones comerciales supersónicos. Los primeros en conseguirlo fueron los rusos con el modelo Tu-144, presentado en 1965 como maqueta, y que realizó su primer vuelo en diciembre de 1968. No obstante, un accidente el 3 de junio de 1973 limitó su explotación al servicio de carga hasta mediados de los años 80. Estados Unidos, por su parte, también sopesó producir su propio avión supersónico, el Boeing 2707, pero los elevados costos de producción y las bajas posibilidades de venta dejaron ese avión en un mero proyecto.



Nace el Concorde

Los terceros en discordia por conseguir el éxito del avión supersónico, BOAC (futura British Airways) y Air France, sí que lograron llevar adelante el proyecto. Así, el 2 de marzo de 1969 el Concorde despegaba por primera vez. El avión de transporte civil funcionaba con cuatro turborreactores, tenía una envergadura de 25,56 metros, una longitud de 62,10 metros y una altura de 11,40 metros. Con una tripulación de ocho personas y capacidad para llevar a 144 pasajeros, el Concorde alcanzaba una velocidad de crucero de 2.179Km/h.




Pero si bien las exitosas demostraciones en todo el mundo advertían una nueva era en el transporte aéreo de pasajeros, la euforia, sin embargo, pronto se vino abajo. A principios de los 70, a los trágicos accidentes del competidor ruso Tu-144, se sumaron la crisis de petróleo y la negativa durante un tiempo de Estados Unidos (principal mercado) a que el avión aterrizase en su suelo por el daño ambiental y el insoportable ruido al superar la barrera del sonido. Tantos factores negativos obstaculizaron aún más la popularización del supersónico y limitaron su venta a las compañías impulsoras del proyecto, Air France y British Airways.



El Concorde pronto se convirtió en una cuestión de Estado, en un instrumento de prestigio nacional y en el que se invirtieron enormes cantidades de dinero; también en un instrumento político de la oposición en ambos países por el enorme gasto que suponía no solo para las compañías, sino para las economías de Francia Y Gran Bretaña.



¿Velocidad o popularización?

El principal problema era el dinero que se necesitaba para la fabricación y, sobre todo, el mantenimiento de tan alta tecnología. En 1973, un Concorde costaba lo mismo que tres Boeing 747 y medio, o tres DC10. Como consecuencia, ninguna compañía podía permitirse semejante gasto y ni la japonesa Jal ni las estadounidenses Twa o Panam (más allá de las razones políticas) quisieron tomar parte en la aventura supersónica. De hecho, tanto Estados Unidos como la mayoría de compañías prefirieron abandonar la carrera de la velocidad y apostar por el también recién y "más democrático" Jumbo 747, con capacidad para más de 300 pasajeros, y cuyo primer vuelo se realizó el 9 de febrero de 1969. Con algunas variaciones técnicas, este enorme avión se sigue utilizando hoy en día en los trayectos intercontinentales.



Por otro lado, la consecuente repercusión en el precio final de los billetes era clara. Gracias al Concorde se podía salir de París y llegar a Nueva York dos horas antes de la salida, pero ¿a qué precio? Pues nada menos que a 1.150.000 pesetas (6.911,46 euros) un billete de ida y vuelta en 1999, por ejemplo. Mientras que el Jumbo preconizaba un transporte aéreo masivo, el Concorde se decantaba por la velocidad y el elitismo de sus usuarios. Tal modelo de gestión fue desde el principio insostenible y un accidente -el primero y único en su historia- el 25 de julio de 2000 aceleró el final del Concorde. El aparato con destino a NuevaYork cayó envuelto en una bola de fuego sobre un pequeño hotel de la localidad de Gonesse solo dos minutos después de despegar del aeropuerto Charles De Gaulle. En el accidente fallecieron 113 personas: los 100 pasajeros del avión, los nueve miembros de la tripulación y cuatro personas más que estaban hospedadas en el hotel.



El fin del mito

Durante el despegue, una rueda pisó una chapa que había sobre la pista, haciéndola saltar. El objeto golpeó fuertemente un depósito del ala, que se incendió y provocó el trágico final, a pesar de los intentos de los pilotos de volver al aeropuerto. El avión llegó incluso a elevarse unos 65 metros entre una inmensa humareda, según testigos presenciales. Precisamente, el terrible suceso fue recogido por dos turistas húngaros, cuyas imágenes del Concorde en llamas dieron la vuelta al mundo y ocuparon las portadas de todos los diarios e informativos. Los expertos y portavoces de Air France se apresuraron a asegurar que a pesar del accidente, el Concorde continuaba siendo el avión más seguro del mundo. No obstante, su fecha de caducidad, prevista en principio para el 2010, se aceleró.



El último vuelo supersónico se realizó en mayo de 2003, coincidiendo con el centenario del primer vuelo de los hermanos Wright, en un intento de dar un final digno al famoso avión de morro puntiagudo que había desafiado a la técnica en los años 60. El Concorde nació tocado de muerte, y aún así, funcionó durante 34 años. El supersónico era más que un avión, era la tarjeta de presentación de Air France y British Airways, un emblema para las principales compañías de sus respectivos Estados, y todo un mito en la aviación comercial del siglo XX.

fuente. http://comunidad.lavanguardia.es

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