Edad Media: Los bárbaros atacan el Imperio Romano

El documento siguiente pertenece a un historiador griego del siglo V al VI d.C, en el se relata el ataque de Alarico, rey bárbaro, a la ciudad de Roma.

Era ésta una época en que el Imperio Romano debe hacer frente a las grandes invasiones de los germanos, que aunque más atrasados que los romanos, son sus grandes admiradores. El texto permite apreciar la debilidad en que había caído, el otrora magnífico Imperio Romano, la desolación, el hambre y la desorganización terminaron por conducir al Imperio a la completa ruina.

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“Alarico burlándose de los preparativos de Honorio, comenzó a atacar a Roma, y, ante el temor de emprender una acción tan importante como ésta sin tomar previamente las medidas necesarias para su ejecución, llamó de la Alta Panonia, a su cuñado Atahúlfo, cono los hunos y os godos que mandaba….. Cuando hubo rodeado las murallas y se hubo adueñado del Tiber y del puerto, impidió la entrada de víveres y a no cocer diariamente más que la mitad del pan que cocían antes, y después, a reducirlo aún al tercio. Cuando las provisiones estuvieron consumidas, la peste vino a añadirse al hambre. Como os cadáveres no podían trasladarse fuera de la ciudad, porque los enemigos tenían sus puertas cerradas, se vieron obligados a enterrarlos dentro, y el hedor que despedían habría podido matar a los habitantes , si el hambre no se hubiera cuidado hacerlo.

Cuando la carestía llegó a tal extremo que los habitantes se encontraron casi reducidos a comerse los unos a los otros, después de haber intentado antes alimentarse de cosas que sólo podían tocarse con horror, resolvieron enviar una embajada a Alarico para pedirle la paz en condiciones razonables o para manifestarle que estaban dispuestos más que nunca a combatirlo y que, habiéndose acostumbrado durante el sitio a manejar las armas, se encontraban en situación de hacerse temer. Reescogió para esta embajada a Basilio, gobernador de provincia, originario de España, y a Juan, el primero de los funcionarios llamados tribunos, amigo particular de Alarico.

Éste una vez escuchados a los embajadores y prestado atención a lo que decían ( que el pueblo, teniendo las armas en la mano estaba dispuesto a presentarle batalla) respondió que es más fácil cortar el heno cuando es espeso que cuando es claro, y se echó a reír. Cuando trataron de las cuestiones concernientes a la paz, les dijo palabras llenas de arrogancia dignas de un bárbaro, manifestando que jamás levantaría el sitio mientras no se les hubiese dado todo el oro y toda la plata que se guardaban en la ciudad y todos los muebles y los esclavos extranjeros que se encontraban en ella. Como uno de los embajadores le preguntó que dejaría a los habitantes si les arrebataba estas cosas, les respondió. “Les dejaré con vida”. En vista de esta respuesta, los embajadores soicitaron permiso para ir a parlamentar con quienes les habían enviado, y habiéndolo obtenido, les refirieron lo que se había hablado por una y por otra parte.

Se les envió una segunda embajada. Después de largas conversaciones, se convino que la ciudad pagaría cinco mil libras de oro, tres mil piezas de plata y que daría cuatro mil túnicas de seda, tres mil piezas de lana teñidas de púrpura y tres mil libras de pimienta. Pero como entones no había dinero público en la ciudad, se hizo necesario que os senadores contribuyeran en proporción a sus bienes. Fue escogido Paladio para regular esta contribución. Pero ya fuese que los particulares hubiesen ocultado una parte de sus bienes o que la dureza del gobierno los hubiese reducido a la pobreza, no pudo conseguir la suma completa. Para colmo de desgracia, el genio malévolo que parecía dirigir los negocios de este siglo condujo a los recaudadores a echar mano de los ornamentos y de las imágenes para alcanzar esta suma.

Reunido de esta suerte el precio convenido, se envió a notificar al Emperador que Alarico, no contento con ello, pedía aún en rehenes a los hijos de las mejores familias, mediante lo cual prometía no sólo mantenerse en paz con los romanos, sino también juntarse a ellos para hacerla guerra a sus enemigos.

Habiéndole Emperador aceptado estas condiciones, se pagó el dinero a Alarico, el cual permitió a sus habitantes salir durante tres días para comprar víveres y para transportar grano del puerto de la ciudad. De este modo tuvieron algún alivio. Unos vendieron lo que les quedaba para comprar o que necesitaban; otros, en lugar de vender para comprar, obtuvieron por trueque lo que les era preciso. Después los bárbaros se retiraron de Roma y acamparon en Toscana. Y salió de Roma en varios días una cantidad tan extraordinaria de esclavos que fueron a reunirse con ellos, que se cree que no bajaban por lo menos de cuarenta mil. Algunos bárbaros, corriendo de un lado a otro, robaron a romanos que venían a comprar víveres al puerto. De lo cual enterado Alarico, se cuidó de hacer castigar alo autores de estas violencias, en las que no quería tener ninguna parte”.
Zósimo: Historia Nueva.





Fuente. De la Jara, Fernando; Duchens S, Nancy; Frei R.T, Irene: “Antología de Documentos de la Historia Universal”, Centro de Perfeccionamiento Experimentación e Investigaciones Pedagógicas, CPEIP, Lo Barnechea, Chile, 1991.

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