'Las nuevas tecnologías y sus daños colaterales'

TOMÁS MARTÍN SERNA

Quizá se deba, entre otras causas, a mis aficiones y actividades `teatreras´, el ser, con perdón, un individuo de pensamiento liberal, nada mojigato ni puritano y difícil de escandalizar. Sin embargo, reconozco sentir, a veces, cierta vergüenza ajena cuando llegan a mis oídos los usos y abusos que algunos adolescentes hacen de las nuevas tecnologías: el ordenador, los teléfonos móviles, los videojuegos…

Sería ridículo glosar, a estas alturas, sobre la importancia de la tecnología digital en el mundo educativo. Su magnitud es tan inconmensurable y maravillosa que incluso los que por edad estamos un tanto desfasados, comprendemos y asumimos su trascendencia, y vislumbramos la infinita potencialidad que presenta actualmente y en el futuro.

Los problemas aparecen cuando observamos, con inquietud y tristeza, la parte negativa, los 'efectos nocivos' que dichas innovaciones tecnológicas están causando en los niños y jóvenes sin que, por ahora, se estén tomando medidas serias y drásticas para corregir y frenar tales efectos.

Por supuesto que no es imprescindible dedicarse a la docencia para conocer las connotaciones negativas en cuestión. Cualquiera con un mínimo de interés, preocupación e información –basta con leer los periódicos- puede estar al tanto de susodichos aspectos indeseables y peligrosos. Aunque, obviamente, quienes por su trabajo están diariamente en contacto con los adolescentes disponen de unas fuentes de conocimiento directas y precisas que les permiten detectar con un alto grado de fiabilidad cómo está el asunto.

Según encuestas e informes publicados, en la actualidad un elevado porcentaje de niños/as (el 90%) de entre 10 y 12 años tiene móvil y el 80% de ellos dispone de Internet en casa. Si se sube un poco esa franja de edad, entre 14 y 16 años, esos porcentajes se sitúan casi al 100%. Estos datos son estupendos y gratificantes, sin duda alguna, en base a las posibilidades socioeducativas que permiten esos inventos tecnológicos.

La cosa cambia cuando se consideran otros resultados de dichas encuestas e informes: el 27% de los alumnos/as usan el móvil para grabar peleas entre ellos, bromas de mal gusto, gamberradas, etc., que luego, algunos de ellos (el 15%), cuelgan en la Red; un elevado número de adolescentes admiten recibir mensajes violentos, pornográficos y publicidad inadecuada a sus edades; a partir de los 12 años usan el móvil entre ¡una o dos horas diarias!; la mayoría lo lleva a clase –aunque en teoría esté prohibido- para usarlo compulsivamente en los ratos libres; el 25% no lo apaga nunca; el 30% gasta entre 20 y 30 euros mensuales en llamadas y mensajes, que, naturalmente, suelen pagar sus papás….Y otra cuestión no menos preocupante es la influencia nefasta sobre la comunicación y el lenguaje escrito a causa de la ortografía y sintaxis horrorosa que emplean en sus SMS sincopados.

No parece insensato pensar que sería conveniente un interés con mayor rigor, y una responsabilidad compartida por parte de los padres y madres, cuando sus hijos acceden a las nuevas tecnologías. No se trata de prohibir, sino de controlar, de educar, de involucrarse en algo más que el simple hecho de comprarles el móvil y el enganche a Internet y luego despreocuparse totalmente. Claro, que siempre queda el consuelo del: ¡no lo sabía!; ¡no me lo podía imaginar!; ¡no lo esperaba!

Lo expuesto no anula la ineludible importancia de los recursos audiovisuales digitalizados de hoy en día para los llamados `nativos digitales´, término creado por el tecnólogo informático y escritor M. Prensky, para referirse a los que han crecido con un móvil en una mano y un ratón de ordenador en la otra; y que, según él, son "capaces de aprender jugando". Es verdad que es increíble imaginar a un chico/a de 15 años que no domine un móvil o un ordenador y no se lo pase 'guay' con ellos. Tan increíble como imaginar que esos dos artilugios carecen de `peligro´ cuando no se usan adecuadamente; lo lamentable es que después de lo que se ve y se oye, no parece que todo el mundo lo tenga claro.

Por otro lado, resulta inquietante que los videojuegos estén entrando en las aulas como `herramientas educativas´. Algunos IES ya están haciendo el `experimento´: se trata del uso de videojuegos comerciales, no específicamente educativos o pedagógicos y creados para la enseñanza. Uno de ellos, según he leído, es el de ¡Lara Croft!, cuyo contenido en agresividad y violencia es tremebundo.

Como la ocurrencia se debe a Psicólogos Evolutivos y Psicopedagogos innovadores, habrá que respetar esta espeluznante iniciativa que, según cuentan, es estupenda para `dar el salto entre la escuela analógica y la digital´ (¿?) Alucinante. Rezaremos para que el `invento´ salga bien; de lo contrario: que el Señor nos pille confesados. Ya sólo falta hacer exorcismos y que sea lo que Dios quiera.

Pues nada, como dice el Sr. Prensky en sus teorías virtuales, que las criaturas sigan `jugando y aprendiendo´ en los institutos. Aunque, ahora que lo pienso, si eso es así, ¿cómo se explica el altísimo e imparable índice de fracaso escolar? ¿Cómo es posible que un elevado porcentaje de `nativos digitales´ avancen en los estudios deficientemente, incluso bajando los contenidos en conocimientos a niveles vergonzantes? A lo peor, la respuesta la tiene el filósofo francés Luc Ferry cuando dice: "En los centros educativos se ha impuesto la ilusión pedagógica: primero hay que apasionar a los alumnos y después hacerlos trabajar. Es al revés; uno sólo trabaja por obligación. La ilusión pedagógica sólo ha conseguido reemplazar el trabajo por el juego. De ahí el desastre". No sé, pero a ver si va a ser eso, ¿no?



tomdelaserna@yahoo.es
fuente. http://www.aula.elmundo.es

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